Llegaba el Barcelona a Praga y lo hacía con un balance muy bueno en cuanto a victorias se refiere. Sus últimos 5 compromisos los había solventado con un resultado positivo. Claro, llegar al Eden Arena, con una buena dinámica de resultados, contra la previsible cenicienta del grupo... invita a relajarse. Más aún cuando ya en el minuto 4', un gol de Messi tras una pérdida en la salida de balón del Slavia, ponía a los azulgrana por delante en el marcador.
Pero si alguien pensaba que el Barcelona iba a meter cinco y se iba a pasear por Praga se equivocaba. Porque lo cierto es que el Slavia generó más que el Barça y, todo hay que decirlo, jugó mejor. Jugó mejor que un equipo conformista que juega a especular. Jugó mejor que un equipo que depende de que Leo Messi tenga el día. Jugó mejor que un equipo que juega al fútbol frío y sin alma.
Y es que el conjunto de Trpisovsky es un equipo de autor. En la primera mitad, seguramente para tomar precauciones por lo sucedido en Eibar, el Slavia jugó a esperar. Dejó que el Barcelona saliera tocando la pelota y le esperó en su campo. Pero luego con la pelota no se arrugaba y a diferencia del Barça, intentó imprimir velocidad en su juego. El conjunto checo ocasionó muchísimos problemas atrás y por momentos superaba al equipo culé, que se veía incapaz de tapar las continuas llegadas del Slavia.
El único que pudo pararlas, el de siempre, Marc André Ter Stegen, a quien Bartomeu tendría que hacerle una estatua. Sacando un pie milagroso o realizando un vuelo sin motor para realizar un paradón a mano cambiada salvó a los azulgrana, que tuvieron en una contra la posibilidad de agrandar la ventaja. Iban Messi, Suárez, Griezmann y de Jong en galopada hacia dos defensas del Slavia, pero lo que en tiempos de Neymar era una jugada rápida que acababa en gol, se convirtió en un contragolpe insulso en el que por cada pase se perdían oportunidades y que finalizó con un disparo de de Jong que sacó Kolar con el pie sin muchas complicaciones. Parte de la culpa de esto es la falta de sintonía que hay con Griezmann, porque el francés no da una a derechas. Un partido mas del ex del Atlético en el que no se le vio en el césped. Preocupante la situación del jugador galo.
En la segunda mitad, el Slavia se transformó en el Slavia. Recuperó su identidad seguramente viendo que el Barcelona en la primera parte no hizo nada de daño salvo el gol. Pues los checos tiraron la línea arriba y se pusieron a presionar al Barça como jabatos. Tanto es así que en el minuto 49 Boril empató el partido.
Pero la diosa Fortuna ayudó al Barcelona poco después; una falta lanzada por Messi rebotó en Olayinka y el balón le cayó a Luis Suárez pegado a la línea de fondo y a la portería. Pero es que el uruguayo disparó sin ángulo (el tiro se iba fuera) y de nuevo dio la pelota en Olayinka que se la metió en propia portería. Curioso dato el de Suárez, que no marca fuera de casa en Champions desde 2015 pero ha propiciado ya dos goles en propia puerta (que él cuenta como suyos).
Entones el Barça comenzó a sufrir aún mas y se intensificó este sufrimiento cuando Valverde decidió quitar del campo a Busquets para dar entrada a Arturo Vidal. El último tramo del partido fue prácticamente un monólogo del Slavia. Olayinka fue un quebradero de cabeza para Semedo y un buen Soucek ejercía de ancla en el conjunto checo. Pique y Lenglet sostuvieron al cuadro culé taponando todos los tiros que el campeón checo realizaba. Además, la velocidad de Dembélé (que salió por un pésimo Griezmann) no fue aprovechada en los múltiples contragolpes que generó el francés. Kolar estuvo muy acertado sacando varias manos y manteniendo al Slavia en el partido. Felizmente para el Barça, el partido acabó 1-2 y los azulgrana se despegan de sus perseguidores en el grupo de la competición europea. La suerte sonríe al Barcelona y esa flor que se le atribuía a Zidane está ahora en otra ciudad.
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